viernes, 6 de diciembre de 2013

Tresmiles por el Valle de Remuñe, parte1

Por tercer año consecutivo las primeras festividades de Diciembre nos ofrecían tiempo anticiclónico, y por cuarto año seguido el destino iba a ser Pirineos. Esta vez la idea primitiva era montar la tienda en una zona alta sobre nieve y desde allí realizar incursiones hacia varios picos de tresmil metros.

Alejados de la idea de dirigirnos como otros años a zonas más pobladas como Monte Perdido o Vignemale, esta vez el destino iba a ser el pequeño y escondido Valle de Remuñe, empequeñecido por sus grandes vecinos Benasque y Estós.

El equipo estaba formado por 5 miembros, todos ellos peculiares y cada uno con sus taras y cualidades. Bien definido a posteriori como el ejército de Pancho Villa.

El Jueves salimos el primer coche de Madrid, salimos pronto y llegamos a Benasque sin las prisas de otras veces, tuvimos tiempo de cenar tranquilos y de buscar un lugar secreto donde dormir alejados de la nieve que cubría las calles de Benasque.
Nos levantamos a las 8:00, habíamos quedado a las 9:00 con el segundo coche en la gasolinera de Benasque y pronto surgió el primer contratiempo; nuestros compañeros se habían equivocado de carretera y por si fuera poco los había retenido la Guardia Civil una media hora. Ir por el Pirineo con una citroen express con baca de hierro forjado y de 15 años es lo que tiene.  

A las 10:30 llegaron nuestros compañeros a Benasque como un matrimonio recién discutido y subimos por la carretera dirección a los Llanos del Hospital, bueno nos quedamos en la barrera anterior desde donde salen los dos últimos kilómetros finales de la carretera A-139 del Valle de Benasque que estaba cubierta de nieve.

Aparcamos y le dimos los últimos retoques a las pesadas mochilas, mientras observábamos que en el cielo no había ni una sola nube y que el termómetro marcaba unos 3ºC, algo extraordinario para estas fechas.

Finalmente unos minutos pasadas las 11:00 de la mañana partimos por la carretera en busca del final de la misma donde sale el Valle de Remuñe. El primer contacto con la nieve fue algo negativo, el manto estaba un tanto blando y nos hundíamos bastante, tratábamos de pisar varias huellas de raquetas de nieve que nos permitían mantenernos algo más estables pero pronto nos dimos cuenta que la jornada que teníamos por delante iba a ser de las duras y míticas.

Tras 45 minutos llegamos al final de la carretera, habíamos cruzado minutos antes el Torrente de Remuñe y ahora estábamos ante el indicador del valle que salía a mano izquierda. Hacia la derecha teníamos el Valle de Benasque en todo su esplendor, el hospital abajo en el llano, las pistas de esquí de fondo abiertas y las montañas fronterizas como el Salvaguardia o La Montañeta en su punto.

Cambiamos de rumbo hacia el Oeste y seguimos unas huellas de esquís y de raquetas. Nos adentramos en un bonito bosque de pino negro, en donde el itinerario viraba entre los seres vegetales. Cada tres pasos metíamos la bota hasta la rodilla en agujeros y en arroyos, esto estaba impracticable y nos adelantaron un par de grupos más con raquetas y esquís. Pronto supimos que nuestro destino de esta jornada que era el Ibón de Maupás no iba a estar a nuestro alcance debido al gran espesor de nieve caída y su estado pésimo para progresar. Ahora se nos presentaba una duda: ¿donde acampar?. El Valle de Remuñe se trata de un valle muy profundo en donde en todo su fondo no da el sol en todo el día y vivir allí durante horas de tarde y de mañana puede ser muy duro con temperaturas bajo cero. Veremos a ver.


Nuestra progresión entre pinos continuaba siendo penosa, aunque el paso de más grupos nos había endurecido algo la huella y había creado una especie de senda que en ocasiones aguantaba estable. Nos aferrábamos a salir de la zona de pinos y llegar a los mantos continuos de nieve donde esta se compacta más debido a que la da el sol y se va transformando. Así fue y tras salir del pinar, parece que la cosa mejoró, ascendimos unas pendientes de nieve hasta llegar a un pequeño collado, anterior a los Ibones del mismo nombre.
Realizamos una parada y comimos algo, el viento soplaba bastante fuerte de Este y todas las personas que por el valle paseaban estaban ya de vuelta, eran las 14:00 y los restaurantes de Benasque les esperaban.

Desde allí podíamos ver casi todo el valle en su totalidad; al fondo la característica Forca de Remuñe con su cumbre bífida de casi 3.000 metros y delante nuestra un valle umbrío estrecho y con bastante nieve acumulada.

Como placas solares, acumulamos unos minutos de sol y es que iban a ser los últimos del día, y continuamos con las pesadas mochilas en la espalda, pensando que íbamos a plantar la tienda donde ellas nos hicieran clavar la rodilla.


El itinerario nos adentro en la estrechez del valle, dejamos un puente de madera a mano izquierda y continuamos manteniendo altura mientras la temperatura descendió bajo cero. 

Eran las 15:00 y teníamos claro que el fin de etapa tenía que ser como mucho a las 17:00 para poder montar las tiendas con luz natural, con dos horas por delante poco se puede progresar en el valle con la nieve en un estado tan pésimo y más a estas hora de día. Nos encontrábamos a la altura del Ibón de Remuñe (éste esta escondido tras una morrena y no era visible desde el camino) y hacia la derecha ascendía una gran canal por donde la línea del sol y sombra ascendía con rapidez.

Propuse ascender por allí, a pesar de que ningún itinerario ni de mapa, ni balizado con hitos lo hiciera, me parecía una canal muy amplia que no superaba los 40º y el montar la tienda a 2.200 o 2.300 en el valle nos iba además de helarnos sin sol a dejar los objetivo muy lejos para las jornadas próximas.

La idea se aceptó bien el el grupo y comenzamos a hacer relevos para abrir huella trazando amplias zetas en la canal, fue un trabajo muy duro con todo el peso y cada uno aportaba lo que podía mientras el Pico de Alba y su cresta con sus 7 gendarmes nos observaba aún iluminada.




Tras una hora de trabajo, habíamos ganado 300 metros de desnivel, estábamos a 2.500 y sobre el  mapa observamos un poco más arriba unas cotas de altura situadas a 2.560 que podían ser un lugar bueno para montar las tiendas. El grupo ya estaba tocado, en una primera depresión quisimos quedarnos, ya unos con calambres, otros desfondados, pero ascendimos un poco más en busca del punto exacto indicado en el mapa y bien que acertamos.

Llegamos a un par de depresiones, protegidas por dunas de nieve, con vistas al Pico Boum, aún iluminado,  al Aneto, Maladeta e incluso Perdiguero un lugar precioso e ideal, hasta donde había merecido la pena ascender.




La cuerda del grupo se estiró, y pasaron unos minutos hasta que llegaron los últimos con todo el material para poder realizar tareas de campamento; primero con la pala de nieve hicimos los huecos y alisamos el suelo dejando la nieve sobrante como parapeto lateral, después montamos las tiendas y las aprovisionamos con todo el material subido.


Tras las tareas disfrutamos con los últimos rayos de sol hacia las Maladetas y con el Perdiguero siendo venteado desde el Este. La temperatura era fría y decidimos meternos a los sacos ya, para entrar un poco en calor y descansar de la paliza del ascenso con mochilón. Nos vino bien el descanso, charlamos y nos relajamos un poco antes de salir de nuevo de los sacos y deshacer nieve para hacer un par de litros de agua por cabeza y terminar la jornada con una cálida cena pirenaica.  


No hay comentarios:

Publicar un comentario