jueves, 31 de diciembre de 2015

Puente de los Poyos, Vía UBSA

INTRO
Se sabe o da por hecho que la gente que se dedica a la escalada o montaña en general de una forma más apasionada, tienen unos valores vitales un tanto "atrofiados".
Sí, no somos muy consumistas, ni muy materiales, nos gusta dormir por ahí tirados en hoteles de mil estrellas y disfrutar con los atardeceres en lugar de ver conciertos de violonchelos en Madrid centro.
La gente ve con ojos desorbitados que no pasemos cenas de nochebuenas, nocheviejas, reyes e incluso cumpleaños propios con la familia, pero es que "semos asín".

El calendario lo inventaron los romanos cuando en la tierra las montañas ya llevaban muchos millones de años formándola, y eso por no entrar a hablar de temas religiosos; eucaristías, epifanías y nacimientos varios.

Bueno, al grano.
Las fechas del calendario del 2015 habían pasado con lentitud, las vacaciones las había disfrutado pronto, más concretamente en Enero para irme a Patagonia y el año se había hecho pesado y duro. Durante los últimos meses me andaba moviendo con lentitud y veía como el final del año no llegaba, al igual que ciertas placas de adherencia de la pedriza donde ves que la próxima chapa aún queda lejos.

Las nieves no acababan de llegar a la península y a pesar de ello los días estaban siendo más otoñales que invernales. Con estas características y moviéndonos entre festividades cerramos el calendario con la dignidad propia de un montañero de ideales. ¿Y si salimos el último día del año a la pedriza? Objetivo: Puente de los Poyos en artificial.

El Puente de los Poyos había aparecido en mi vida como la chica nueva de la oficina. Había oído hablar de él, lo había visto en fotos pero me reservaba tal fecha como bala en la recámara de aquel típico día sin ideas.
Un par de meses antes, nos acercamos a contemplarlo y aluciné con tal monumento de granito, posiblemente el mejor tesoro escondido de la Pedriza. Entonces aquella chica nueva me enamoró y en "la última fecha" nos propusimos su realización completa.

Para tales quehaceres llamé al Rambo a sabiendas de sus artes artificiales, y además vinieron Gayu y Abel de acompañantes, para dar sus primeras clases de Ae, con pocos medios y muchos enteros.

El día de antes cuando me senté a ver las características del itinerario, sólo me preocupaba una cosa: las 2 horas que me tendría que quedar colgando de la reunión intermedia sin moverme, así que me fabriqué una guíndola casera con un trozo de troquel roto y unos cordinos.

Arreando que es gerundio.
Llegó la fecha y el día otoñal era el nuestro, en el aparcamiento de Canto Cochino junto a otros pocos coches nos abrigamos de los 4ºC existentes. Había llovido esa misma noche, todo estaba mojado y una densa niebla poblaba desde las copas de los pinos  hasta las paredes de granito de los riscos.

A las 9:30 de la mañana partimos por la conocida "autopista" camino de las cercanías del Giner de los Ríos, allí y antes de cruzar el puente del Arroyo de la Majadilla en la zona conocida como el Llano Peluca, giramos a la izquierda para subir ahora paralelos al Arroyo de los Poyos por el itinerario balizado como P.R.2, con marcas blancas y amarillas. A la derecha entre la niebla el Risco del Pájaro a veces nos enseñaba su cabeza y otras lo teníamos que intuir.

Nos fuimos adentrando en el corazón de la Pedriza con tranquilidad, era un día de duendes y llegamos a 4 caminos, otro lugar importante y señalado. Tomamos el camino de la izquierda rumbo al Oeste y comenzamos a ver algo bastante feo; decenas de árboles talados que aunque posiblemente recomendados por ingenieros y organizados como talas controladas, verdaderamente yo lo llamaría contaminación visual.


Continuamos camino arriba hasta llegar a otro punto característico que habían derruido los personajes de las talas. Se trata del desvío del camino que lleva al Puente de los Poyos, allí hace unos días y desde hace ya años había un hito de piedras formando un puente en referencia al propio Puente de los Poyos, pues bien se lo habían llevado por delante.


Tomamos el desvío del Puente de los Poyos a la derecha y caminando entre la niebla observamos algo raro entre los árboles. Más perplejos nos quedamos al observar que toda la maquinaria empleada para las podas controladas descansaba un día festivo como hoy.


Pronto nos quitamos de la cabeza el tormentoso camino "desnaturalizado" y tras una fuerte a la vez que corta senda, entre bloques y robles llegamos al monumento natural llamado el Puente de los Poyos.
Por muchas veces que puedas observar el lugar, nunca te deja indiferente y la primera visión es alucinante.

Nos organizamos para comenzar. Montaríamos dos cordadas independientes y lo realizaríamos en dos largos, aunque en uno con cuerda de 70 también es posible hacerlo. En una Rambo y yo y en la otra Gayu y Rambo, que usarían parte de nuestro material.

VÍA A REALIZAR
La morfología de la Vía UBSA es bien sencilla; en un primer largo se recorre la parte inicial del puente, zona vertical que poco a poco va cogiendo inclinación tumbada, hasta el punto de llegar a un corto techo donde se realizan uno o dos pasos en A1, unos alien son recomendables. Dichos seguros flotantes te acercan lo suficiente para llegar a los dos parabolt de la reunión totalmente colgada.
El segundo de los largos recorre totalmente el techo tumbado para llegar a una instalación desde donde se rapela o eres descolgado por el compañero asegurador.

MATERIAL
El material necesario es una cuerda simple, una veintena de cintas express y los dos o tres seguros medianos (semáforo de alien).

Con estas características me tocaba salir a mí primero.
Mis sensaciones con los estribos son variopintas, me gusta, la verdad que me agrada ir progresando por terreno imposible con otro método, pero sólo para un rato, cuando el arnés se te empieza a clavar las ganas se van como la bruma mañanera.


En este caso comencé bien, las dos tres primeras chapas son para hacerse uno con la dinámica, pim, pam, pum, como diría Rambo.


En cuanto coges la dinámica la progresión se hace incluso rápida.
De reojo miraba hacia la Pedriza anterior donde la niebla la cubría por completo y en contadas ocasiones asomaba sobre esta la silueta inconfundible del pájaro, un lujo de día para esta práctica.

Durante el inicio la pared te sirve como apoyo principal, ésta se va inclinando cada vez más pero siempre te da tregua para tener ese apoyo para estirarte hacia la siguiente chapa, así hasta un punto donde ésta se inclina un poco más.


Alguna chapa aleja un poco más pero estirándote se llega a la siguiente.


Tras algo menos de una veintena de chapas, se llega al inicio del techo; dos chapas, la segunda de ellas "no apta para bajos" te hacen comenzar a saber lo que es aquello de la gravedad y dar alguna vuelta sobre si mismo, eso sí con vistas privilegiadas.


Tras las dos chapas viene la reunión, pero claro es para tíos de dos metros, para los humanos tenemos que ayudarnos del A1 y meter un par de alien en una fisura mojada pero que aguanta tu propio peso a la perfección. La autoprotección le da un puntillo extra a la vía, desde el segundo ya es posible llegar a la reunión equipada con dos parabolt con argolla y que esperaba que fuera algo más cómoda.

Ni hablar, colgado del arnés literalmente. Pero para eso me traje mi guíndola de fabricación casera. Las operaciones son lentas en altura cuando cuelgas y metódicamente fui preparándome mi nicho a la espera de mi compañero.

La guíndola no me mejoraba mucho la posición, el arnés por lo menos no se me clavaba en la pierna, pero los riñones los tenía ya calientes de tanto tirar de abdomen, aunque para eso inventé una improvisaba hamaca de altura y me coloqué el estribo rodeando la espalda y con un apoyo perfecto poder asegurar la progresión de mi compañero Rambo.

Así que cuando me quise dar cuenta, mi compañero ya estaba manos a la obra y devorando chapas hacia mí.


Es una tarea laboriosa esto del artificial, te va mermando poco a poco y si el peligro es prácticamente nulo, el fondo físico es básico para aguantar colgado las horas correspondientes a la escalada de tu compañero.
En total Rambo tardó casi una hora en llegar a mi posición, poco menos de lo que había tardado yo en llegar arriba, y ahora nos encontrábamos en la propia reunión los dos juntos.


Aquí hay que dejar el pudor de lado y como buenos hermanos colocarnos y adecuarnos para que Rambo saliera de primero en esta ocasión, por el techo del segundo largo.

La verdad que Rambo había cogido la dinámica perfectamente y se iba alejando de mi, chapa tras chapa, ayudándose con el pie de los spitz de la antigua instalación, y haciendo algunos pasos situados verdaderamente lejos en máxima extensión.



Así fue una tras otra poniendo todas las cintas express correspondientes y recorriendo el techo en su totalidad. Unas 15 express ante mi atenta mirada y mientras también iniciaron nuestros compañeros la escalada por el primer largo.



Nos coordinamos perfectamente, en cuanto Rambo llegó a la reunión colgada le bajé y a la vez estaba llegando Gayu a mi posición, por lo que tras adecentarme, desmonté y comencé a realizar el mismo itinerario que Rambo.


Durante el techo la progresión es diferente y más si vas de segundo, ahora el mayor problema no es llegar a poner la express en el siguiente seguro, sino colgarte de ambos seguros y quitar tu cabo de anclaje de la chapa anterior. Como todo tiene su técnica y durante el recorrido fui perfeccionándola para llegar en las mejores condiciones posibles al final del largo.



Tras unos 40 minutos llegué a la reunión, la desmonté y Rambo me bajó hasta el suelo rocoso.
El regusto de dejar de sufrir el arnés es casi superior al de realizar la vía. Mis compañeros como chorizos en la reunión bien merecían una foto y aproveché a comer algo mientras ellos se decidían a salir por el segundo largo.

Después disfruté con la maravillosa visión de alguien colgado de aquellos parabolt y "freí" a fotos a mis compañeros, desde allí, desde acá. Todas ellas con resultados mas que positivos.



La verdad es que se nos hizo tarde, verdaderamente tarde, cuando nos quisimos dar cuenta eran las 17:30 y nosotros aún en el Puente de los Poyos, había que bajar y nos quedaba poco más de una hora de luz, por no hablar del horario de la cena de nochevieja.


Comenzamos el descenso por el itinerario de la ida y con las últimas luces del día, aún nos cruzamos con el guarda del Refugio Giner de los Ríos que subía a montar la cena de nochevieja con variopintos clientes.

Realizamos nuestra particular San Silvestre de bajada y llegamos al aparcamiento de Canto Cochino a las 19 horas, así que cogimos "carretera y manta" que la cena nos la hemos ganado.





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